Marquesa de Santa Cruz de Goya

Obra Marquesa de Santa Cruz del maestro Goya.

FRANCO SE EQUIVOCÓ EN EL REGALO A HITLER

El retrato de la Marquesa de Santa Cruz (1805), es un óleo sobre lienzo del pintor Francisco de Goya. Se puede contemplar en el Museo del Prado desde que se adquirió en el año 1986.

La marquesa era Joaquina Téllez-Girón (Madrid, 21 de septiembre de 1784 – Madrid, 17 de noviembre de 1851) que recibió el título al casarse en 1801 con José Gabriel de Silva-Bazán, que fuera el primer director del Museo del Prado.

La sorprendente esvástica pintada en el instrumento, que su curiosa historia te cuento más abajo, es en realidad un símbolo de origen celta. Fue incluido por Goya seguramente como alusión mitológica. El diseño coincide con el del laubur presente en el arte tradicional vasco.

Cruz celta.

El cuadro alcanzó resonancia en la década de 1980, al descubrirse que había sido exportado ilegalmente de España.

Durante el siglo XIX y principios del siguiente perteneció a la colección del Conde de Pie de Concha, y figuró en la primera exposición de Goya, celebrada en el Prado en 1928. Durante la guerra civil fue evacuado por razones de seguridad a Suiza, junto con otras valiosas obras de este y de otros museos. Una vez terminada la guerra, todas volvieron a España, pero este cuadro fue comprado supuestamente por el dictador Francisco Franco por un millón de pesetas, aunque nunca hubo pruebas del pago.

Dicha compra era motivada por la intención de Franco de realizar un regalo a Hitler en el famoso encuentro de Hendaya en octubre del 1940.

En el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Franco se afana en buscar un regalo a la altura de las expectativas de su cita con Hitler en Hendaya, en la Francia ocupada por el Ejército alemán. Lo encuentra en el Museo del Prado. Este piensa erróneamente, que el símbolo celta que está pintado en el cuadro, es una esvástica. Y claro, pensaba que era el regalo perfecto.

Encuentro en Hendaya.

Por causas no muy claras, la pintura finalmente no fue entregada a Hitler y se comenta que quedó en la aduana de Hendaya. Posteriormente pasó a la colección de Félix Fernández Valdés de Bilbao.

Al fallecer Félix en 1976, sus bienes se repartieron entre diversos herederos, y el cuadro de Goya fue vendido.

Tras tiempo sin saber de su paradero, se descubre en 1986 que iba a ser subastado en Londres tras salir clandestinamente de España. Es rescatado por seis millones de dólares por el Gobierno de Felipe González y devuelto al Prado.

La obra de Goya está plagada de enigmas, entre los que figura una posible recalada en el pazo de Meirás. Se cree que el cuadro salió del pazo de Meirás tras el incendio de 1978 (a los tres años de la muerte de Franco), cuyas extrañas circunstancias nunca fueron convincentemente aclaradas. Las especulaciones se dispararon apenas dos meses después del siniestro, cuando la hija del dictador, Carmen Franco, fue retenida en Barajas al pretender viajar a Suiza con un cargamento de joyas y antigüedades. Tiempo después, Jimmy Giménez-Arnau, nieto político del dictador, reconocería en su libro de memorias, que el incendio fue provocado.

Ahora, según algunas investigaciones, Franco se pudo haber aprovechado de su posición para adquirir o usurpar el cuadro al Conde de Pie de Concha, cuyos descendientes serían los legítimos propietarios.

La verdad no la sabemos pero finalmente podemos disfrutar de esta obra en el museo madrileño de el Prado y sin duda los enigmas que la rodean la hacen más atractiva si cabe.